La rosa de los vientos le dio su nombre. Rosa viajaba libre por aquella brisa olor a lluvia entre tomateros y nidos de calandra. Era bella también a sus 25 años, habladora, sembradora de semillas en cada tarde. Ella tuvo la buena suerte de nacer en una familia humilde de San Lorenzo, un municipio canario de obreros y luchador@s por la libertad. Le gustaban las novelas de amor, las historias de los santos, sobre todo aquellos que defendían a los más empobrecidos como un tal San Francisco de Asís, defensor de causas perdidas y animales indefensos.
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