lunes, 23 de agosto de 2010

ORACIÓN FÚNEBRE POR UN PRESO DE FYFFES


(A la memoria de Antonio García)

Nos citábamos los sábados y domingos a media mañana en el Estanco Blanca o en la panadería contigua de la calle Margallo, en San Benito, La Laguna. Nuestro tema de conversación preferido era la II República, la Guerra Civil, y la posguerra, período en los que sufrió durante ocho años represión, trabajos forzados y cautiverio en los campos de concentración de Fyffes (Santa Cruz de Tenerife), Rota (Cadiz), Ceuta, y Miranda de Ebro, el mayor campo de concentración creado por el franquismo. Hombre sencillo, humilde, bondadoso y bueno en el sentido más amplio de la palabra, como se definió Antonio Machado. Ni una sola palabra que destilara el más mínimo rencor o resentimiento contra sus verdugos. Un sábado por la mañana le llevé a dar un paseo en mi coche por la Laguna para que oyera el último discurso de Azaña, con su propia voz recuperada, pronunciado el 18 de julio de 1936 en el Ayuntamiento de Barcelona, en el que terminó con aquellas hermosas y famosas tres P: “ Paz, Perdón, Piedad”. Al oírlo, don Antonio lloró de emoción y me dijo que había perdonado de corazón a los que le persiguieron y encarcelaron. En nuestras entrevistas siempre aparecía con una carpeta bajo el brazo con sus poemas, fotos de su juventud, con su esposa Concepción, con sus hijos y nietos, de cuyos estudios y progresos profesionales se sentía orgulloso.

Hace pocos meses me comunicó que había fallecido su mujer, a la que amó profundamente y con la que compartió durante toda una vida los sufrimientos y los días alegres de su azarosa existencia. Abatido y triste por la ausencia de su compañera, llegó a decirme que “estaba cansado de si mimo”. En Fyffes se relacionó con algunos de los intelectuales y escritores más destacados de la cultura y política canaria: entre otros, Don Jacinto Alzola, del que fue alumno, el esperantista Juan Régulo, el abogado palmero Alonso Pérez Díaz, el escritor J.Antonio Rial, autor de “La prisión de Fyffes”, recientemente fallecido en Venezuela, los cuales organizaban clases de alfabetización y cultura general para los presos, quienes bautizaron dicha prisión como “La Universidad de Fyffes”. Inquieto intelectualmente, amante de la poesía y apasionado por la cultura, don Antonio, ya mayor, inició estudios de Magisterio y de Pedagogía en la Universidad de la Laguna.

Esta mañana, al entrar en el Estanco Blanca para comprar el periódico, me comunicaron que había fallecido hacia unas horas. Recordé en ese momento que en nuestra última conversación le hable de mi viaje a Alicante para formar parte de la Comisión Cívica para la recuperación de la memoria histórica del poeta Miguel Hernández en su centenario. Resonaron en mi memoria y en mi corazón aquellos versos de la Elegía del poeta del pueblo a su amigo Ramón Sijé. “un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado….., compañero del alma tan temprano”. De los presos de Fyffes que he conocido y tratado, solo queda mi paisano, el herreño Domingo Ortiz, a quien deseo larga vida.

Al llegar a mi casa rebusqué entre los papeles que me regalaba don Antonio, que guardo como una joya, y encontré un hermoso y largo poema suyo titulado “El día que me muera”, que empieza así:

“Cuando yo me muera

que sea en primavera

y que sea de día

con un cielo limpio

sobre verdes campos,

con flores y trinos

de pájaros libres:

con cantos de niños,

aromas de flores

de amores primeros”.

Esta mañana lucía el sol en un cielo limpio y con el fresco recobrado del estío lagunero. Esta tarde, cuando vaya a velar su cuerpo acompañado por Domigo Ortiz, su compañero de infortunio, me dirá, como el poeta pastor: “Escríbele a la tierra, que yo te escribiré”, y yo le contestaré, como hizo Alfonso Guerra en un reciente homenaje al escultor canario Felo Monzón, con el texto de una lápida romana de las termas de Caracalla: “En invierno y en verano, cerca y lejos, mientras viva y después”.

ELIGIO HERNANDEZ

Vicepresidente de la Fundación Juan Negrin

Pd: Aprovecho la ocasión para dar nuestro más sentido pésame a amigos y familiares de D. Antonio García, quien aún sin conocernos personalmente, me ayudó y facilitó documentación personal cuando se llevaron a cabo las Jornadas de la Memoria Histórica en Canarias realizadas en el Club Prensa Canaria el pasado 2008. Adjuntamos una de estas fotos donde se le ve picando piedra en uno de los campos de trabajo en que fue recluido, seguramente la imagen corresponda al de Ceuta.

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